“Lost Boy, Lost Girl” es una de esas novelas que despiertan sensaciones encontradas. Me resulta especialmente difícil sumergirme en su análisis precisamente por eso, porque mi percepción de esta obra es turbia, neblinosa, ambivalente. Por un lado, ejerce una profunda fascinación. Straub renuncia en esta novela a los sustentos comunes de casi cualquier obra de horror: intriga o suspense. Ni el desconocimiento de qué acontecerá ni la tensión por lo que, prevemos, va a suceder cimientan la novela. Los personajes, y más concretamente, la atmósfera irreal que envuelve a los personajes es el verdadero pilar de la novela. Y para reforzar esta idea, Straub menciona en numerosas ocasiones el rasgueo del tejido cotidiano como metáfora de esa sensación que persigue su texto por encima de la trama de ...
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Hummm pasó algo extraño.